En nuestro país desde el año pasado se ha venido discutiendo sobre la necesidad de hacer una política fiscal expansiva para hacer frente a los eventuales efectos negativos de una nueva crisis financiera mundial. El gobierno incluso anunció un paquete inicial de recursos destinado a impulsar la demanda interna. Pero, ¿será necesaria una política fiscal expansiva? Analicemos.
Por política expansiva me voy a referir a expandir el gasto público financiado con deuda y no a rebajar impuestos.
La teoría económica es clara en señalar que cuando una economía está experimentando una situación normal en el sentido de que la tasa de interés de referencia del Banco Central está lejos de cero, la política óptima de estabilización es la política monetaria y no la fiscal. ¿Por qué? Porque la forma como actúa la política monetaria es através de alterar las ofertas relativas de activos, especialmente financieros y, con ello, sus precios y finalmente sus rendimientos, afectando así las decisiones de gasto de los consumidores e inversionistas. Bajo condiciones ideales no debe provocar distorsión alguna en la economía, por lo tanto, es eficiente. En este caso no se debe usar política fiscal expansiva debido a que en algún momento futuro tendrán que ponerse impuestos para solventar el pago del financiamiento de ese mayor gasto. Y si no estamos hablando de “lump-sum” impuestos, todo el resto de impuestos impone un costo social ya que provoca una divergencia entre la valoración social y privada de la mayor producción generada. En términos más rigurosos, la política fiscal debe ceñirse a los cánones de la teoría clásica, es decir, al análisis costo-beneficio del gasto, por el cual el consumo público debe crecer hasta igualar la utilidad marginal del consumo privado y la inversión pública hasta igualar la productividad marginal de la inversión privada. Las consideraciones de expandir la demanda agregada interna deben de quedar atrás. Por otro lado, también se aplican las consideraciones del “crowding-out” que se producen sobre el gasto privado. Cuando la tasa de interés de referencia del Banco Central llega a cero, son otras consideraciones las que entran a tallar pero no es este el momento de tratarlas.
Aplicando estas consideraciones al caso peruano, recomendaría que de sentirse fuertes efectos negativos de la crisis mundial se actúe primero respondiendo con política monetaria incluyendo la posibilidad de usar mecanismos no convencionales. Respecto al gasto público, se debe priorizar el de inversión y sin que comprometa la actual estructura impositiva de la economía. Es decir, financiarlo con recursos acumulados y presupuestarios y convocando al sector privado pero de ninguna manera hacer una política de mayor gasto público financiado con más deuda e impuestos futuros.
Por otro lado, las perspectivas de la economía peruana para este año están mejorando por varias razones. Primero, la desaceleración de la economía mundial no sería tan acentuada como se preveía a mediados del año pasado. Segundo, el consumo del sector privado sigue creciendo fuerte, a un ritmo superior al 6%. Tercero, la inversión privada acelerará su crecimiento inicialmente estimado básicamente por un factor de mejoramiento de expectativas. Cuarto, el gasto público en inversión, bajo las consideraciones establecidas líneas arriba, debe crecer apreciablemente. Quinto, las tasas de interés en sus tramos medios y largos están bajando autónomamente. Sexto, se estima que las exportaciones crecerán menos que el año pasado pero crecerán, quizá un 5%. Con esto la economía se acercará a su crecimiento potencial de largo plazo. Si se cumplen estos supuestos, ¿para qué mayores estímulos fiscales que comprometan el futuro del país?