La eurozona, conformada por diecisiete países europeos, viene atravesando una de sus peores crisis de naturaleza financiera.
Dicha eurozona alberga dos tipos de países: los llamados países de la periferia -Grecia, Portugal, Irlanda, España, entre otros- y los países del centro como Alemania o Francia. Algunos de los países de la periferia como Grecia e Italia vienen presentando graves problemas de endeudamiento del sector público que arroja dudas sobre su capacidad de cumplir con su deuda en las condiciones pactadas y sobre la viabilidad del sistema financiero privado dada la amenaza de un “credit crunch” generalizado. Normalmente, el análisis de tal situación se hace en función de la sostenibilidad de la situación fiscal futura. Esta vez le daré un enfoque diferente; la analizaré a través de los resultados de la balanza de pagos.
Cuatro países, Portugal, Grecia, España e Italia, presentan un déficit acumulado en la cuenta corriente de la balanza de pagos de alrededor de 180 billones de dólares. Alemania por su parte presenta un superávit de cuenta corriente de alrededor de 180 billones de dólares. La eurozona en su conjunto presenta un ligero superávit en cuenta corriente. ¿Qué nos dice esto? Primero, que la eurozona no necesita que países como China o Brasil le inyecten recursos a manera de salvataje. Su problema es de redistribución interna de recursos desde países del centro hacia la periferia para solucionar el problema. ¿Cómo? Haciendo que los cuatro países mencionados ahorren más, reduzcan su demanda y fomenten el crecimiento económico de largo plazo a través de la implementación de reformas estructurales como la flexibilización del mercado laboral y la privatización. Por otro lado, los países del centro como Alemania que ahorran menos, ahora, gasten más.
Con ello, en los primeros se provocará una contracción económica severa e incluso una deflación en el corto plazo. En el segundo, una expansión e incluso inflación. Sin embargo, el ajuste tiene que ser de ambos grupos, no de uno sólo porque ahí el ajuste sería mayor que el necesario. ¿Algo más? Sí. Se necesita como complemento un ajuste de precios relativos. ¿Cómo? Si hubiera flexibilidad de tipo de cambio, es decir, todos los países con su propia moneda, debiera de conseguirse que en los cuatro países se dé una devaluación respecto a Alemania. Ello ayudaría apreciablemente a reducir el costo social del ajuste. Debido a que existe el euro (tipo de cambio fijo), entonces este cambio en precios relativos tendrá que darse vía deflación-inflación. Como el Banco Central Europeo y sobre todo Alemania no están dispuestos, hasta el momento, a permitir algo semejante (un poco más de inflación), todo el peso del ajuste tendrá que caer en los países de la periferia. Y habría que ver la viabilidad política de ese proceso y la viabilidad del euro mismo. En ese caso, es posible que Grecia termine dejando el euro.